En la música actual “me desespero cuando veo gente con tantísimo talento que trata de meter cabeza y es muy difícil”

“Nunca me escucho hacia atrás, siempre pienso que cualquier tiempo pasado fue peor”.

El cantautor Victor Manuel, hijo del ferroviario y nieto de represaliados de la Guerra Civil celebra sus 50 años sobre los escenarios, cantando, componiendo, produciendo... Tal vez por miedo a perder la memoria, como sufrió su madre, o para poner orden a los recuerdos, ha publicado Antes de que sea tarde: Memorias descosidas. "Cuando empecé a tomar notas, ya hace tiempo, de cosas que me iban pasando, las fui metiendo en una carpeta y como eran inconexas, las llamé descosidas". Aunque no se había planteado escribir sus memorias "me hicieron la propuesta, les mandé algo y les gustó". Afirma el autor de este libro que recoge recuerdos y experiencias de una vida que define como "muy larga", de su infancia, su primera armónica y guitarra, la militancia política, la lucha por los derechos de los autores, el amor, los hijos y los nietos. "Voluntariamente no me he callado nada, todo lo que iba recordando lo iba metiendo ahí, pero después sí me he ido acordando de anécdotas, algunas muy graciosas, que se me olvidaron en el momento y no las metí aunque es mucho más complicado ser escritor que cantante".

Admite que escribirlo "me ha venido muy bien". Aunque “Soy poco hablador y me cuesta expresarme tengo muy buena memoria”, ha dicho el compositor que ha marcado la historia de España. El balance, por tanto, no puede ser mejor ya que "en algunos pasajes que escribí, cuando luego los releí me puse a llorar, hay momentos muy emocionales".

En el encuentro con el público en la Sala San Miguel de la Fundación Caja Castellón Víctor Manuel ha comentado que "no son buenos tiempos para la lírica", y lamenta que la industria musical en España "hace tiempo que dejó de tener importancia, tras sufrir una demolición perfecta en la que se ha destruido el tejido en la música, todo es precario, extremo y me fastidia que haya gente que interiorice que de la música ya no se vive y es algo para el fin de semana". “Antes todo era más ingenuo, no digo que más limpio. Ahora, cualquier chaval puede colgar en Internet una canción y hace medio millón de bajadas, pero eso al mismo tiempo no le supone económicamente nada, tiene que seguir yendo a su trabajo, si lo tiene. Entonces era más precario, pero había horizontes más despejados. Ahora me desespero cuando veo gente con tantísimo talento que trata de meter cabeza y es muy difícil”.

Sin embargo, "nunca pensé que iba a llegar hasta aquí. En su momento creí que lo de la música iba a ser algo provisional. Tenía sueños muy cortos. Quería cantar un tiempo, ganar alguna perra y poner una cafetería en el pueblo. Después, te vas encontrando lo que es la profesión, el gusto por el trabajo, por las canciones... los aplausos son definitivos para convencerte de tu trabajo, porque son adictivos”.

El coprotagonista de las memorias, como no puede ser de otro modo es Ana Belén, su musa y compañera. "¿Qué hubiese sido de mí sin ella?", se ha preguntado el cantautor: “Ana lo ha sido todo para mí desde que nos conocimos. Con ella he pasado los momentos más maravillosos y también los más difíciles, porque esta profesión lo es. Pero en el plano personal existe entre nosotros una gran complicidad, mucho respeto y cariño”.

Como conclusión añade que “hay cosas pequeñas que a lo mejor, pensando fríamente, me hubiese complicado menos la vida pero tengo una profesión única y maravillosa, te hace absolutamente libre, porque solo dependes de poner un disco a la venta y que la gente lo compre. Eso es ser libre”. Además, aunque “en una carrera hay fracasos también, que te hacen valorar el éxito, no tengo sensación del tiempo perdido, sino de tiempo ganado, esto es lo que viví y esto es lo que me llevo. No tengo la sensación de haber estado en esto tanto tiempo. Ahora bien, si hago recuento de las heridas, de las cicatrices, de las cosas maravillosas que me han pasado en estos años, de mis hijos..., el balance no puede ser más positivo”.

Víctor Manuel: Antes de que sea tarde, memorias descosidas

El joven Víctor Manuel que comenzó a interesarse por la música escuchando programas de radio hoy ha vivido tanto que sus recuerdos se amontonan por los rincones desordenados de la memoria. Las vivencias, tanto personales como profesionales, surgen en él espontáneas, efusivas y firmes, como muestras de una intensa y apasionante existencia. Volcado en la música, el hombre que sigue siendo uno de los cantautores más célebres del panorama musical mira hacia atrás sin rencor, tal vez con nostalgia, pero siempre con valor para recuperar momentos, aquellos que, como sus canciones, consiguen emocionar y quedar indelebles al paso del tiempo. Memorias descosidas que, antes de que sea tarde, se convierten en letra de autor.

Sin recurrir a metáforas, pero con la sensibilidad propia del poeta, el cantante desgrana entre estas páginas retazos de toda una vida: sus orígenes humildes, los incidentes que marcaron su infancia y juventud, la influencia de su abuelo, las apremiantes inquietudes artísticas y sus primeras letras… El amor por la música se filtra en cada prudente mirada, tanto cuando esboza trazos de una vida familiar plagada de historias como cuando relata las vicisitudes ligadas a cada disco o recupera los años que aguantó de censura y exilio.

Idas y venidas en un mundo donde fueron decisivos sus ideales políticos y sólidos compromisos con la profesión, su matrimonio con Ana Belén o el continuo peregrinaje de conciertos por infinidad de ciudades.

El Víctor Manuel más vehemente y sincero se despliega en curtidos versos para recordar todo aquello que por alguna razón no se atrevió a contar antes. Un ejercicio de introspección tan valiente como humano que queda en la memoria. Para siempre. Si cada canción tiene una historia ligada a la suya propia, a cada instante, persona o lugar, este libro de memorias podría verse como una recopilación de todas esas pequeñas crónicas que la vida se empeña en no borrar, para bien y para mal... Fragmentos sin hilvanar de un pasado plagado de esperanzas.

«Tenían una perra sabia llamada Tula que cada día bajaba de Ribono a Mieres, a la escombrera donde trabajaba mi tío Sele, con la comida caliente en una fiambrera dentro de un cesto de mimbre. Al llegar al paso de nivel debajo de nuestra casa, Tula se paraba en seco hasta que Delfina "la guardesa" o quien estuviera en ese momento le decía: "Vamos, Tula" y ella cruzaba la vía del tren. Se sentaba delante de mi tío mientras comía y María siempre ponía algo de más en la fiambrera para que se lo diera a Tula antes de volver para Ribono. Ya de vieja, le costaba trabajo incorporarse, caminar, y fue quedándose ciega. Cuando le cavaron la fosa detrás de la casa, en la pomarada, Tula olió la tierra removida y tanteando llegó hasta el abuelo, que acababa de cavar el agujero, se metió dentro y se tumbó. El abuelo le descerrajó un tiro en la cabeza mientras de un manotazo se quitaba las lágrimas de los ojos.»

Fotografía: Pepe Lorite
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